lunes, 11 de febrero de 2013

Los viejos rockeros nunca mueren: Jethro Tull in concert – Thick as a Brick

Comentaba hace poco durante una comida que el primer recuerdo musical que tengo es el del tocadiscos que tenían mis padres, junto con mi colección de vinilos infantiles. Aprendí muy temprano a manejar esa especie de gramófono que tan alucinada me tenía por su capacidad de sacar música de esas cosas redondas y negras llenas de surcos. Aquellos discos de Enrique y Ana, Parchís o la banda sonora de Marco siguen aún en mi poder, y espero que sea por los siglos de los siglos, que les tengo mucho cariño y aunque haga mil años que no los pongo, a veces me gusta sacarlos de su escondite y admirarlos recordando sus canciones. A partir de ahí he pasado por diversos momentos musicales (sí, yo también fui fans de los Hombres G... ¬¬'), hasta que una empezó le etapa del instituto, comenzaron los 90 y llegó el grunge. Y claro empecé a seguir el hilo musical hacia atrás en el tiempo, llegando a los 50', 60' y 70'. Y allí me quedé por mucho tiempo, no sin olvidarme de todo el sonido que venía de Seattle y alrededores, claro.

En el centro y en primer plano: la flauta de Ian

Bien, todo este rollazo viene para decir que Jethro Tull es de esos grupos que pasaron por mis adorados años noventa. Y es que era uno de los grupos preferidos de Helen, la dueña y camarera del desaparecido bar Rustic (algún día hablaré de ese gran bar), quien nos contaba que ella era del mismo pueblo que uno de los miembros del grupo, aunque tengo que confesar que no recuerdo de quién. La cuestión es que en aquel bar de melenudos además de ponernos The Doors, Janis Joplin, Creedence, Jimi Hendrix o Led Zeppelin, también sonaba Jethro Tull.

Ian Anderson
Jethro Tull es una de las bandas de rock más antiguas que quedan en activo. Su estilo musical se enmarca en el rock progresivo, un tipo de rock que surgió como evolución de la psicodelia y que se caracteriza por pasar de melodías acústicas y folk a otras más aceleradas, eléctricas y rítmicas, con tintes de rock, blues y jazz, sostenidas en el tiempo. Aunque de la formación original sólo queda Ian Anderson, líder y responsable de esos sonidos de viento creados por su magnífica flauta, la actual banda es capaz de poner en el escenario toda la esencia y clase musical que tenían en los 70. Tienen en el mercado más de 30 discos desde que sacaran el primero en 1968, y Thick as a brick, el disco que nos vinieron a tocar, es el quinto LP de la banda. Se trata de una suerte de mezcla de rock y música medieval, siendo ésta la primera vez que lo tocaban de nuevo en directo, desde 1972. El disco está formado por una única canción de 45 minutos, considerándose como el álbum definitivo de rock progresivo del grupo, el cual nos han traído al escenario en forma teatral y con nuevos músicos. Y como debe ser, este disco tiene también su historia: resulta que Ian es un cachondo y se inventó que las letras las había escrito un niño de ocho años llamado Gerald Bostock (ahora, hasta le han hecho una cuenta de twitter al muchacho!). Según la web oficial del grupo, Ian aún recibe preguntas sobre el destino del supuesto niño.

Bien, pasemos al concierto que tuvo lugar en el Palau de la Música Catalana de Barcelona. El primer momentazo de la noche fue llegar a unas puertas del Palau colapsadas por una masa de personas emocionadas y ligeramente alteradas por lo que esa noche iba a pasar ahí dentro. Me encantó ver a señores y señoras que ya peinaban canas (algunos ni eso ya), acompañados de sus hijos treintañeros y cuarentones, dispuestos a compartir con sus padres una experiencia musical excepcional. Algo muy parecido a lo que vimos en el concierto de los Rolling Stones en Barcelona el verano del 98. Una vez dentro, la sala hasta arriba, ni un asiento libre y una emoción en el ambiente que era capaz de respirarse y contagiar al más profano en el universo tulliano.


Thick as a Brick
Mientras suena el ding-dong-ding que avisa de los pocos minutos que quedan para que  empiece el espectáculo, un grupo de trabajadores sale al escenario a colocar los instrumentos, hacer algunas pruebas. El público sigue a los suyo, hablando, regresando del baño o buscando sus asientos. Mientras tanto los trabajadores sobre el escenario empiezan a comportarse de forma extraña, hablando entre ellos y haciendo aspavientos mientras el público se da cuenta de que algo raro pasa en el escenario y tachán!! Pero si son ellos!!!! Se quitan las batas de trabajo, se van a sus instrumentos y empiezan a tocar. Acto seguido aparece Anderson en el escenario y la ovación es masiva, espectacular, pone los pelos de punta y empieza a sonar Thick as a Brick. Así fue la noche, un continuo de buena música, de baterías, guitarras, voces y, como no, flautas cruzando océanos de tiempo. Una noche en la que vimos a Ian danzando por el escenario con su flauta, cantando con Ryan O'Donell, el muchacho que le hace las veces de voz secundaria y se mueve y baila como si fuera el bufón de la corte. Una noche con sorpresas como cuando el espectáculo es interrumpido por el sonido de un teléfono y Ryan le pasa un móvil a Ian quien, alegre y jovial, contesta a una tal Anna Phoebe, que resulta ser una virtuosa violinista que ha acompañado a la banda en algunos conciertos, y a quien tras saludar, le dice que “está en medio de un concierto y que se conecte en un par de minutos”. Y así, mientras la música continúa aparece en la pantalla una llamada de skype que nos muestra a Phoebe, quien se une a tocar el violín con la banda. 
Anna Phoebe
Así continuó la noche, hasta el infinito y más allá, con Ian y su flauta, Ryan cantarín y danzarín por el escenario, Mr. Goodier elegante con su bajo, Scott dándole a la batería, O'Hara al piano y Florian con su guitarra eléctrica... Y ves que ellos están disfrutando y pasándoselo pipa. Y tú y el público más, claro. Desde luego una experiencia para guardar en la memoria musical. 
Ian el Grande

Y aquí os dejo los casi 45 minutos que dura Thick as a Brick, enjoy!

Really don't mind if you sit this one out
My words but a whisper -- your deafness a SHOUT...



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