Vaya por delante que en el momento de acudir al
concierto de Rodríguez, aún no había visto Searching for Sugar Man. Y no era por llevarle la contraria a la modernez del momento y ser de
las pocas personas en ver el concierto sin estar condicionada por el documental.
Simplemente no había tenido tiempo de hacerlo. A Rodríguez empecé a escucharlo
por el mismo motivo que todos los que estábamos en el Pueblo Español de Barcelona el pasado lunes
8 de Julio: por ese documental que le devolvió al lugar del cual nunca debería
haber sido arrancado. En aquel momento no tenía mucha idea de qué iba la
película, únicamente que este señor, Rodríguez, se hizo muy famoso en
Sudáfrica, pero nunca fue consciente de ello y que, pensando que había
fallecido, unos fans fueron en busca de su historia hasta que descubrieron que estaba vivo. Todos, o casi todos, los que han visto la pieza documental hablan de la
sensibilidad de la historia, de su genuinidad y de los valores que consigue
transmitir Rodríguez y sus buscadores. No puedo estar más de acuerdo ahora que
la he visto.
Sixto Rodriguez |
Pues bien, tras la decepción de los fans por la
cancelación del concierto en el Primavera Sound, la organización tuvo a bien emplazarnos, previo pago de 5€ y casi mes y medio después, en el Pueblo Español de Barcelona para devolvernos ese
concierto que, por culpa del cansancio de una intensa gira, Rodríguez
se vio obligado a anular.
Entrando ya en materia, hay que decir que allí se vieron
dos conciertos: el del Rodríguez desconocido con buenas canciones que hizo un
concierto mediocre, y el del Rodríguez emocional ligado a su historia, a su
forma de ver la vida y de contarla. El Rodriguez de esas letras que se identifican con el
despertar social de un país oprimido como era Sudáfrica en los 70. Empezó,
sorprendentemente, con una versión de Malagueña
Salerosa (¿?) para continuar ya con Climb
up on my music y meterse en el bolsillo a un público entregado y ansioso
por ver a la leyenda viva. El concierto siguió de forma irregular, con una
guitarra que apenas se oía e intercalando más versiones. La guitarra de
Rodríguez sonaba floja y desacompasada, pero los esfuerzos de la banda por
cubrirle no conseguían tapar del todo los acordes mal arrancados. Al menos eso se percibía desde las primeras filas. Si a eso le
añadimos las versiones desafinadas y fuera de lugar, el concierto se convirtió, a mi modo de ver, en algo carente de ritmo y sin un hilo conductor. Un desacierto en mi opinión,
pues hay que decir que si bien sus canciones las cantaba cómodamente, a la
que se salía de registro los desacordes y salidas de tono nos hicieron sufrir a
más de uno (recordemos el momento Unchained Melody). Bien, esto es lo que fue el concierto de Rodríguez visto por
alguien que no conocía su historia.
Pero el concierto que se vivió allí, o el que la
mayoría de asistentes vivió, fue el del Rodríguez emocional, el de los valores,
la rebelión contra el orden establecido y el desvelo social. La ovación de los
fans hacía me hacía intuir que estaba ante alguien que era más que un músico. La devoción
del público perdonó las versiones y los desafinos porque allá arriba, en el
escenario, estaba el artista que demostró al mundo que para triunfar en la vida
no se necesitan grandes campañas de marketing, ni millones de euros, ni las
mejores discográficas. Para ganar en la vida hay que ser auténtico y fiel a uno
mismo. Así, el éxito llega seguro. Da igual que sea a los 70 años. Llega.
Está claro que habría sido muy diferente sentir el concierto conociendo los detalles de la vida de Sixto Rodríguez. Porque la música no sólo son acordes y letras. Son
las historias de las personas que están detrás de ellas. Los verdaderos músicos
son aquellos que logran empatizar con su público, transmitir la complejidad de los sentimientos humanos a través de emociones sonoras. ¿Qué más da que este señor desafinase? ¿Qué su
guitarra sonase mal? ¿Qué podemos exigirle a un músico al que no le han dejado
crecer y desarrollarse cuando tenía que hacerlo? A Rodríguez le robaron el
tiempo para forjarse una carrera pero nadie pudo llevarse esa genuinidad del auténtico
artista. Y así es como debía ser. Porque, tal y como dice la letra de I’ll slip away “puedes guardarte tus
símbolos triunfales, que yo perseguiré mi propia felicidad”. Algo me dice que Rodríguez
no habría sido feliz si el triunfo le hubiese llegado hace cuarenta años.
Os dejo con I'll slip away, disfrutadlo!
And I'll forget about the girl that said no
then I'll tell who I want where to go...
Estoy muy de acuerdo con todo lo qué dices. Hubo mucha gente que se sintió terriblemente defraudada pero aunque a nivel musical estuvo flojo (no es sus canciones), el componente de fuerza y sentimentalismo fue genial. Creo que el problema también fue de expectativas. La gente pensaba ver el concierto del siglo y simplemente era un concierto para transmitir que nunca es tarde si quieres algo con devoción
ResponderEliminarTienes razón Maida! Las expectativas del público eran demasiado altas... La extraordinaria historia de Rodríguez hizo que muchos esperasen a un virtuoso en el escenario, y al final no deja de ser un hombre al cual la vida le ha dado una nueva oportunidad y la está aprovechando, aunque sea a su manera! :D Besets! Raquel
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