viernes, 31 de mayo de 2013

Primavera Sound, tú antes me molabas



Llegó el momento más esperado del año. Los hay que esperan a los Reyes Magos y, yo, al Primavera Sound. O Invierno Sound, que vaya frío hemos pasado en esta edición, carámbanos! Mi primer Primavera Sound fue en el 2003, recién aterrizada de nuevo en Barcelona para empezar una nueva vida, y desde entonces he asistido religiosamente a todas las ediciones (excepto en el 2010 que por motivos personales me lo perdí). Siento verdadera devoción por este festival, porque son muchos años ya, muchos conciertos, muchos bailes y muchos recuerdos. Pero lo que hace al Primavera Sound especial, además del cartel, son los amigos con los que lo comparto. Cada año se han ido añadiendo nuevas caras, algunas se han quedado, otras han pasado de largo, pero en definitiva son tres días especiales para compartir con la gente que quiero eso que tenemos en común: la música.

El Primavera empezó siendo un festival pequeño que se celebraba en el Poble Espanyol de Barcelona. La localización le daba un encanto especial, casi romántico, donde los pocos asistentes (en comparación con las últimas ediciones) formábamos una "pequeña"  cuchipandi chachi. En 2003 fuimos 24000 personas en el Poble Espanyol. En 2013, diez años después, el aforo se ha multiplicado por 7: 170.000 personas pasaron por el Fórum durante los tres días que duró el festival. A mí me parece estupendo que el Primavera se haya convertido en un negocio. Un buen negocio a juzgar por la ampliación de aforo que año tras año sufre el festival. Cada vez más espacio, pero también más caminatas, más solapaciones de grupos que quieres ver, más dificultad para acercarse al escenario y precios más caros. La sorpresa de este año ha sido la gestión de las barras por jóvenes portugueses. Parece que resulta más barato traerse a 100 jóvenes de Portugal que dar trabajo a 100 barceloneses. Yo creo que aquí me pierdo algo, pero fue una de las comidillas del festival.

Otra de las perlas ya habituales es el mal sonido de la mayoría de los escenarios. Y este año no ha sido la excepción: no hubo ningún escenario que sonase dignamente. Que a J no se le oiga en un concierto, no es nada nuevo. Es más, no sería un concierto de Los Planetas si sonasen tan limpios como The Cure. Diría que Phoenix se salvó, y eso que tocaron en el escenario Heineken, el que sonó peor de todos. Pero es que además, hubo situaciones embarazosas como que a Adam Green no le sonase su guitarra nada más empezar el concierto, o que tuvieran que salir 5 técnicos, además de Carey Lander, teclista de Camera Obscura, a revisar durante más de 10 minutos el estado del teclado, mientras el tiempo corría y todos esperábamos impacientes a que el concierto empezase. Por no hablar de la inútil app para encontrarte con tus amigos (o no) y de ese supuesto wi-fi que haría que no gastases 3G. En cualquier caso, y pese al mosqueo inicial, decidí disfrutar de la compañía y de la música durante estos tres días. A continuación, unas líneas de lo que destacó en mi Primavera Sound 2013.

Jueves 23 de Mayo:

Comenzamos el Primavera a lo grande, con el concierto de Tame Impala y con decepción inicial por no poder estar cerca del escenario. Me encanta ese rollo psicodélico y progresivo del grupo que, tras descubrir Lucidity cotilleando la página de Dj Amable hace un par de años, me ha acompañado en numerosas ocasiones musicales. Defraudó un sonido bastante flojeras y que no pudiésemos pasar más allá de una pendiente cuesta arriba por culpa de la cual no pudimos ver prácticamente lo que ocurría en el escenario.

Tame Impala en la lejanía
A Dinosaur Jr llegamos tras salir poco antes de que acabase Tame Impala, que caminar kilómetro y pico entre el escenario Heineken y el Primavera requiere su tiempo, sobre todo si hay que pararse en el baño y en la barra del bar. A Dinosaur Jr se les nota los años de experiencia y la presencia de J Mascis en el escenario me hizo disfrutar de temazos como Out There, Watch the Corners o Start Choppin. Sin embargo, como había que pegarse la pateada de nuevo al escenario Heineken para coger sitio y ver a The Postal Service, me perdí el concierto entero y la versión que al parecer hizo de Just Like Heaven, de The Cure :___(

Llegó uno de los momentos esperados del viernes con The Postal Service quienes, con excepción de Natural Anthem, tocaron prácticamente íntegro “Give up", el disco que les lanzó a la fama y que incluye el ya clásico Such Great Heights. Un concierto muy esperado, de esos que piensas que ya no podrás disfrutar y de repente la vida te lo pone delante. Y no le hice ascos, que aunque coincidiese con Deerhunter, que también tenía muchas ganas de ver, las canciones bonitas de Ben Gibbard ya me tenían ganada desde el mismo momento en que se anunció el cartel. Y aunque coincido con algunos en que al concierto le faltó algo de fuerza, yo quedé más que encantada tras haberles visto, por fin, en el escenario.
Momento papelitos en Phoenix
De nuevo caminata para ver a Grizzlie Bear en el escenario Primavera (ya debemos llevar los 5 Km caminados) y chasco al llegar a un espacio abarrotado de gente y con un sonido deplorable. A los Grizzlie Bear aún no les había dado una oportunidad y viendo el panorama tan sosaina, me marché de nuevo para el escenario Heineken, a descansar un poco bajo esa enorme carpa de color rosa y que sirvió de punto de encuentro con más de uno y una mientras esperaba otro de los momentos de la noche. Era la tercera vez que iba a ver a Phoenix y la tercera vez que disfrutana con ellos. Para ser en el escenario Heineken no sonaron nada mal. Un sonido limpio que algunos criticaron echando de menos más distorsión. Pero es que ellos no son distorsión. A mi me pareció un buen concierto, es la fórmula que utilizan y les funciona. Te hacen bailar, saben manejar la música y meter esos efectos subidón que tanto nos gustan. Empezaron y terminaron con Entertainment, pero con la sorpresa de contar con J Mascis, de Dinosaur Jr, en la versión final de la noche. Un subidón en toda regla, oiga!

Asomamos la cabeza un rato en el escenario Primavera (otro Km más para el body) para ver a Animal Collective, pero ya estaban muy vistos y no me quedé mucho. Pude escuchar My Girls, con lo que ya me quedé satisfecha con la visita. Y terminamos la noche con John Talabot. Este muchacho barcelonés, que utiliza este pseudónimo, es productor y músico de electrónica y cerró la noche en el escenario Ray-Ban. No tenía mucha fe puesta en él, y no por nada, sino porque los Djs de música electrónica y servidora no nos llevamos muy bien. Sin embargo he de reconocer que me hizo bailar un rato hasta que caí en la cuenta de que aún me quedaban dos días de festival y que una retirada a tiempo es una victoria. Así que marché para casa, que aún quedaban conciertos para dar y regalar.

Viernes 24 de Mayo:

Llegué justa para empezar el viernes con Django Django. Mucho se ha hablado últimamente de este grupo escocés, pero no les había prestado ninguna atención, así que fui a pelo, a ver qué me encontraba. Y lo que encontré no me decepcionó. Bueno sí, ese concierto era para ver de noche, no por la tarde.

The Breeders
Tras los escoceses, llegó otro de los momentos esperados del festival: ver (por fin!) a las hermanas Deal con su banda The Breeders. La emoción se palpaba en el escenario Primavera y comenzaron a sonar, a las 21:30, los primeros acordes de New Year. Histeria colectiva y un concierto que sonó a ratos mejor que otros. Decepción con Cannonball a la que le faltó la fuerza que la caracteriza y saltos y más saltos con Divine Hammer. Para mí, un sueño cumplido y muy buen concierto, aunque la emoción no me deje ser objetiva del todo.
Llegó entonces ese momento que tiene todo festival que se precie, temido por muchos y deseado por otros por las sorpresas que puede deparar: momento-no-sé-dónde-poner-el-huevo. Ese momento se caracteriza por pasar minutos discutiendo con los colegas hacia donde ir y terminar deambulando de escenario en escenario, hasta el siguiente concierto acordado. En este caso, el acuerdo era Blur. Pasamos por The Jesus and Mary Chain, en el escenario Heineken por enésima vez, pero el bajo volumen nos llevó al escenario Adidas a descubrir a The Ringo Jets, un grupete de Estambul que hace un garaje ruidoso y con una batería que le da a las baquetas con una energía que ya querría más de uno. Y de allí, de nuevo hacia el Heineken, haciendo parada técnica en el baño que el pipí no entiende de cabezas de cartel ni aglomeraciones de fans. Y cuál fue mi sorpresa cuando vi que había un grupo en el escenario y que eran The Wedding Present! Sorpresón, pues no estaban anunciados! Llegamos tarde a su actuación, pues ya se estaban despidiendo y, de repente, hordas de modernos  en mejor o peor estado de sobriedad se acercaron al escenario Heineken cual ratas escapando de la bodega de un barco en medio de un naufragio. La explanada se llenó en un santiamén y, cuando menos lo esperamos,  la banda salió al escenario y empezó a sonar Boys and Girls. Juer! Éstos empiezan fuerte. Pero tras There is no other way, la cosa de desinfló. Unos cuantos del grupo con el que iba nos miramos como diciendo, ¿qué hacemos aquí? No entrábamos en el concierto, había algo que le faltaba al grupo y que no nos transmitían. En mi caso ya les tenía puesta la cruz de grupo visto en directo, así que nos volvimos para el Adidas y allí nos encontramos con no más de 20 personas viendo a Sex Jams, un grupo de noise-punk-pop que viene de Viena y que la lió de lo lindo. Katarina, la cantante, es todo un tornado que no para de saltar, bajar del escenario, meterse el micro en la boca, subirse el vestido y gritar improperios al público. Toda una princesita educada en las mejores escuelas, sí señor. Tras aplaudir a la banda y pedirles otra, otra, y no ser respondidos, nos movimos para el escenario Ray-Ban a ver algo de Swans, grupo a quien no conocía y cuya música oscura y densa nos dejó a todos hipnotizados antes de ir a The Knife. Aquella actuación era una señal que me decía, "nena, tira para casa que aquí esta todo el bacalao vendido", y es que The Knife me pareció más un espectáculo del Circo del Sol, que un concierto. Pero para gustos, colores, así que tras no más de medio concierto marchamos para el Primavera a esperar a Daphni. Tendría que haberle hecho caso a esas señales porque no duré más de diez minutos ante la electrónica  que salía del escenario Ray-Ban. Así que de nuevo para casa, a descansar y el sábado más.

El guitarra de Sex Jams haciendo el lokis

Sábado 25 de Mayo:

Guadalupe Plata
Pese al cansancio ya acumulado, el sábado fue el día que llegué antes, a las cinco ya estaba pasando el control de la entrada puesto que tenía muchísimas ganas de ver a Guadalupe Plata.  La banda de Úbeda se marcó un concierto que nos llevó por los sonidos blueseros más macarras y nos hizo bailar a los asistentes bajo un sol que salía y se escondía tras las nubes. De ahí pasamos a Adam Green en el Heineken, otro de los conciertos que me apetecía mucho, pero tras el fallo con el sonido de su guitarra nada más empezar y la mala calidad sonora (de nuevo), entré en un bucle de momento-no-sé-dónde-poner-el-huevo que me llevó a picar de Orchestre Poly Rythmo Cotonou y sus ritmos africanos, y de Cayucas (nada nuevo bajo el sol de unos tipos con pinta de macarras que cantan como teenagers). Llegamos al concierto de Chucho ya empezado, pero desde luego que lo poco que vi no defraudó. Al menos pude escuchar Magic, que siempre es un chute de alegría y felicidad. De ahí a Deerhunter. Y es que no hay mal que por bien no venga, ya que la cancelación de Band of Horses nos trajo de nuevo a Deerhunter, así que finalmente no me los perdería. Y de ahí otro momento huevil que incluyó a Hidrogenesse  y Antònia Font, que a los de sa roqueta hay que ir a hacerles bulto, aunque una no sea seguidora. Entonces llegó la hora del triplete y de tomar decisiones importantes que marcan la vida de una: Camera Obscura, Meat Puppets y Nick Cave coincidían en hora, que no en escenario, y como el don de la ubicuidad aún no lo he desarrollado, decidí quedarme con Camera Obscura, que estábamos de festival y era fiesta asegurada. Y vaya si lo fue. Nada tuvo que ver este concierto con el primero que vi, hace seis o siete años en un minifestival navideño llamado “Los Reyes son Rockeros” donde pagamos con un juguete nuestra entrada para verles e ellos, además de a un Pingüino en mi Ascensor o a Cristina Rosenvinge. Aquel año Tracy estaba antipática, sosa, aburrida, no había emoción en su actuación. Sin embargo esta vez se le vio más a gusto sobre el escenario y conectando a cada canción con el público. Tras los escoceses llegaba el turno de Los Planetas. Que quede por delante que una es extremadamente Planetaria y da igual lo mal que suene o lo poco que se le entienda a J. Disfruté el concierto como la que más y ni las pocas ganas que le pusieron a la ocasión impidieron que el público estuviese entregado y cantase todas las canciones de Una Semana en el Motor de un Autobús. Llegó entonces el momento de volver a ver a My Bloody Valentine. Tras aquel concierto del FIB 2006 me quedaron ganas de repetir, pero eso de volver a caminar hacia el escenario Heineken me echó tan para atrás, que me quedé a probar algo nuevo en el Ray-Ban. Crystal Castles era la alternativa, y vaya alternativa. Nada que ver con el shoegaze de los irlandeses ni con el indi-pop distorsionado de los granadinos. Concierto de electrónica experimental... quién me lo iba a decir a mí, con un par. No sabía con qué me iba a encontrar. A parte del I’m not in love, tema al que Robert Smith le pone la voz, no había escuchado nada más. Aquello fue una sensación constante de caos, ruido y voces en la lejanía que abarrotó el escenario Ray-Ban. Terminado el concierto, llegaba otro de los momentos de la noche. Hot Chip iba a actuar en el escenario Primavera y allá que nos fuimos todos, con ganas de bailar, y vaya si lo hicimos. Terminamos ya con el clásico de Dj Coco, esta vez en el escenario Ray-Ban. Como fan total de Coco y sus sesiones, tengo que decir que se repitió más que el ajo y que ha tenido sesiones muchísimo mejores. Me recordó mucho a la que hizo en el Low Cost Festival del año pasado. Muchos remixes y sí, con grupazos que incluían a M83 y su momento papelitos, los Beasty Boys o Jefferson Airplane y su Somebody to Love, un clásico dentro de las sesiones de sus sesiones, pero no estaría nada mal atreverse a cambiar e innovar un poco que hay muchos, muchos temas bailables y muy dignos para terminar un Primavera Sound.

Domingo 26 de Mayo:

Tras dormir mil o dos mil horas, unas líneas para comentar el grupazo que descubrí el domingo a última hora en la Sala Apolo. Los Allah-las son unos californianos que hacen un rock que recuerda a la época dorada del sonido californiano, a sol, playa y amores de verano. Muy recomendables para este verano que no termina de decidirse a venir. 

Pues después de este ladrillo de post, hasta aquí mi Primavera Sound. Ni mejor ni peor que el de cualquier otro. ¿Qué si es el “best festival ever”? Para mí no. Un festival no lo mido sólo por el cartel, que es lo básico, sí, pero hay otros factores que para mí son importantes, que el Primavera tenía y ha dejado de tener. ¿Quiere decir esto que no volveré? Ni de coña. Mientras pueda asisitir, allí estaré. El Primavera Sound es un gran festival, pero el problema noblo tienen ellos, lo tengo yo. Por esa manía nostálgica de quedarme en lo que fue y no en lo que ahora es. El Primavera hace tiempo que ha cambiado, se ha hecho mayor y, con cierta razón, no le queda otra porque, tal y como me dijo un día el segurata de una afamada discoteca palmesana en la que me quise colar (cosas de la juventud), esto es un business, señorita.

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